Asociación con Ȧ elimina barreras para promotora de salud comunitaria
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Al finalizar este programa de Maestría en Trabajo Social, Silvia Adames obtendrá una licencia como consejera de salud conductual.
En 2022, la Escuela de Trabajo Social de Ȧ se asoció con la Oficina Ejecutiva de Salud y Servicios Humanos (EOHHS por sus siglas en inglés) y la Oficina del Comisionado de Educación Superior de Rhode Island (RIOPC), para implementar un programa sin precedentes y así eliminar las barreras que existen para que profesionales como Silvia Adames, que trabajan en servicios de asistencia en el hogar y la comunidad, obtengan títulos de Magister en Trabajo Social y se conviertan en profesionales clínicos de trabajo social debidamente certificados.
Recorrido profesional de Silvia Adames
Adames de 51 años, nació en la República Dominicana, y ha sido residente de Southside Providence durante 20 años.
En la actualidad es promotora de salud para Blackstone Valley Community Health Care. Y gracias a la asociación que inició Ȧ, ha podido inscribirse en el programa de Maestría en Trabajo Social y recibir fondos para los costos de matrícula, libros y demás gastos necesarios para completar sus estudios.
“Obtener mi título es la oportunidad que he estado esperando,” dice. “Siempre quise volver a la escuela, pero no podía pagarla.”
Blackstone Valley Community Health Care y otras organizaciones similares brindan servicios y apoyo a los sectores más marginados, desfavorecidos y estigmatizados de la sociedad. Estas organizaciones están posicionadas para brindar tales servicios gracias a los trabajadores de salud comunitarios como Adames.
Ella cuenta que fue su supervisor quien la animó a postularse, pues dicho programa brinda clases en horas de la noche, lo que le permite continuar su trabajo de tiempo completo.
Su labor como profesional de la salud
Adames entiende a la comunidad local, predominantemente hispana, y se siente conectada a dicho grupo poblacional al cual presta servicios Blackstone Valley.
“Como promotora de salud comunitaria, soy un puente entre los pacientes y los proveedores de servicios”, explica. “La gente se siente más cómoda hablando con alguien de su comunidad, se sienten más libres para contarme sobre los problemas que enfrentan.”
Entre los muchos asuntos que Adames atiende en Blackstone Valley, se incluye la trata de personas, violencia doméstica, falta de vivienda, inseguridad alimentaria y problemas de inmigración. Ella está en contacto regular con abogados, agentes del orden público, médicos y consejeros de salud conductual en su lugar de trabajo.
“Es bueno saber que puedo aplicar lo que estoy aprendiendo en Ȧ para ayudar a mejorar las vidas de las personas a las que sirvo,” expresa. “A veces comparto mis propias experiencias con ellos, pero sobre todo los escucho y les hago saber que entiendo su lucha.”
Un proceso de muchos años
En la República Dominicana, Adames era una exitosa contadora pública, mientras que su esposo era ingeniero químico, una de las profesiones mejor pagadas en Santo Domingo. Sus tres hijas asistían a las mejores escuelas de la ciudad, pero vivían con miedo, pues se había vuelto demasiado peligroso vivir en la capital de su país, Santo Domingo. Fue entonces, que decidieron dejar todo para venir a los Estados Unidos.
Al llegar al país, Adames no pudo ejercer su profesión porque las leyes contables de aquí son diferentes. Le dijeron que tendría que volver a la escuela y obtener una certificación. Pero su familia no tenía el dinero necesario y Adames no sabía hablar inglés.
A sus 36 años, ingresó a trabajar en una fábrica mientras tomaba clases de inglés en la biblioteca local todas las noches. Meses después, ingresó al sector de servicios de asistencia en el hogar y la comunidad, trabajando como asistente de enfermería en un hogar de ancianos y fue ahí donde encontró su verdadera vocación.
“Me encantaba escuchar a los pacientes; muchos de ellos nunca habían recibido visitas y se sentían solos. Yo era esa persona con la que podían hablar.”
Desafortunadamente, después de más de una década en el hogar de ancianos, se lesionó al levantar a un paciente, lo cual terminó su carrera como asistente de enfermería a sus 45 años. Sin embargo, Adames siguió capacitándose para convertirse en trabajadora de salud comunitaria; y en Blackstone Valley, continúa haciendo lo que más le gusta: escuchar a los pacientes y aconsejarlos.
“Cuando me enteré de este programa en Ȧ, lo vi como una oportunidad. La única razón por la que no había obtenido un título en los 20 años que he estado en este país es porque no podía pagarlo”. Y agrega, “ahora tengo la posibilidad de estudiar sin gastos de matrícula. Lo cual es una oportunidad única en la vida.”
Adames, quien ha conseguido calificaciones sobresalientes en las cuatro clases que ha tomado hasta el momento, admite que volver a estudiar ha sido difícil, no tan solo por la barrera del idioma, pues se le dificultaba entender muchos de los términos en los textos, sino además por carecer de conocimiento para escribir documentos con normas APA.
“Con la ayuda de mis hijas que son egresadas universitarias, especialmente Jenipher, y de los médicos de salud conductual en mi trabajo, quienes revisan mis tareas, he podido lograrlo.”
Para obtener más información sobre el programa de Maestría de la Escuela de Trabajo Social comuníquese con la presidente del programa, Dra. Jennifer Meade, jmeade1@ric.edu.